A María le encantaba encaramarse sobre los hombros de su padre para seguir el trepidante bailoteo diario de los gigantes y la charanga desde Capuchinos hasta la plaza en el “Gigantón”, el acto más multitudinario de las fiestas de Cintruénigo.
Semanas después, en el recreo, un niño insultó a Nawal, su compañera de juegos.
-¡Déjala en paz! -le gritó María.
-¡Es negra...!
-¿Y qué? ¡También lo es una de nuestras gigantas...!
Al percatarse de ello, el pequeño recapacitó y se fue corriendo, avergonzado. Al notar su rostro de extrañeza por lo que acababan de comentar, la niña le explicó a su amiga que las gigantas eran unas señoras muy altas, risueñas y buenas.
-¡Entonces tú también eres una de ellas! -exclamó Nawal.
-¡Las dos lo somos! -replicó María.
Ambas sonrieron al unísono al imaginarse por un momento en la piel de aquellas grandes mujeres, como lo seguirían siendo ellas en el futuro si continuaban defendiendo la hermandad entre los pueblos, pues, a partir de entonces, decidieron enseñarse las tradiciones mutuas para participar indistintamente en todas ellas.
M.ª Carmen Navascués Capdevila es autora de la trilogía formada por La Sirena de Fonmiñá, La estela del peregrino y Sabela Andrade, presentada esta última este mismo año
