Alguien dijo que los tudelanos de verdad nacen donde quieren, por eso tú, Paulino, lo hiciste en La Rioja, en tierras de Larriba de Cameros, de donde bajaste para la Ribera. Afinaste los utensilios en los fogones del Beethoven, pero fue en el bar La Plaza de Padre Lasa, el corazón del barrio de Lourdes, donde diste el do de pecho durante años, siempre con esa risilla traviesa colgada del bigote y una anécdota en la punta de la lengua mientras freías los calamares.
Nos has dejado un poco solos, amigo. La enfermedad fue ese último cliente impertinente que se resiste a volver a casa; te impuso el lastre de las muletas y luego la silla de ruedas, a ti, que todo parecía venirte bien e incluso le buscabas el lado cómico al asunto.
Estas fiestas de santa Ana se nos van a hacer extrañas, pero no te preocupes: las encararemos con el pañuelico al cuello y una sonrisa en la cara, como te vimos hacer en tantas ocasiones por más que vinieran mal dadas.
El primer chiquito del cohete lo vamos a pedir de rioja.
