¡Qué ilusión poner tu firma en el nuevo contrato! Tanto tiempo esperando y por fin, es una realidad.
Meses de hacer un curso detrás de otro, mirar las ofertas de trabajo, renovar la demanda de empleo, hablar con conocidos, hacer contactos… y te quedas mirando la firma en una hoja de papel que habla, no solo de fechas y dinero, habla de tus sueños, de una realidad superada, de unas mejores vacaciones, del campamento de idiomas al que quieres apuntar a tu hijo, del fin de semana con el que quieres sorprender a tu pareja.
Los eslabones de la cadena se van conformando para unir las dos piezas que estaban en desencuentro: economía y bienestar.
En el trabajo como en el amor, las buenas intenciones no siempre son suficientes.
Un día te encuentras estrenando zapatos y al tiempo te encuentras el pie lleno de ampollas. Esos comentarios a tus espaldas, esa crítica de tu jefe en voz alta, esos compañeros que te evitan, ese volumen de trabajo que crece y crece, ese silenciarte en el equipo …
No lo ves venir, y ocurre. Estás malhumorado, ya no disfrutas ni de la familia ni de los amigos. La comida te empieza a sentar mal, lo achacas al chile o a los alimentos procesados. El sueño un día salió por la puerta y no regresó, en su lugar noches de vigilia y pesadumbre.
No estás bien y a pesar de ello te sientes afortunado, el telediario solo habla de guerras y recesión económica.
Y tú con un trabajo remunerado y con una vida hecha jirones que se va desmembrando en el silencio de “un día más”.
Hasta que “un día más” te encuentras desplomado, abatido, sin fuerzas para continuar.
A partir de aquí, la historia la escribes tú.
Priorizar la salud mental en el trabajo es una responsabilidad de todos.
Priorízate y re-escribe el final de la historia como te gustaría fuera contada.