Servicio Militar voluntario

Desde la mentalidad del antimilitarismo, que personalidades del socialismo español como el exdirigente sindical Cándido Méndez planteen reinstaurar la mili puede parecer descabellado, y en Navarra el antimilitarismo ha sido una cultura predominante; no en vano Pamplona fue la ciudad con más insumisos del Estado, solamente por detrás de Madrid. A todo ese ambiente que tanto influye en la mentalidad navarra y que mostró dos vertientes: una más radical, la insumisión, y otra más intelectual, el MOC, le sonará a chanza y chirigota, ya que incluso conocemos políticos que están o han estado en la primera línea de la política navarra cuyo único mérito aparente ha sido, además de cursar una carrera universitaria como muchísima otra gente, haberse declarado insumisos a la mili. Alguno de estos en campaña electoral a los que cumplimos el servicio militar nos sigue insultando en las redes sociales y en otros ámbitos recordando aquello de “borregos caquis”. Y son nada más y nada menos que miembros del actual Gobierno foral. Por mi parte, quisiera decir que yo, cuando tenía la edad de ir a la mili, pensaba de los insumisos que o bien seguían las directrices de la banda terrorista ETA o bien no se atrevían a ingresar en las Fuerzas Armadas. Ahora ya no pienso así, por supuesto, pero sigo sin compartir las tesis del antimilitarismo radical, que me parece una utopía muy ingenua, la verdad. 

Si tenemos en cuenta que España es un país democrático en el sentido que lo es cualquier país de la UE, habrá que convenir en que su Ejército no representa en absoluto un peligro para la estabilidad mundial ni pone en riesgo la paz tampoco entre los países de nuestro entorno, máxime que cumple misiones de paz en zonas en conflicto y ejerce con garantías su función de disuasión ante una eventual agresión de algún país del Magreb, cuyas reivindicaciones nacionalistas podrían atentar contra las plazas españolas de Ceuta y Melilla y aun contra las Islas Canarias. Ya sucedió la escaramuza del islote del Perejil durante el Gobierno de Aznar y, en la actualidad, Marruecos se está armando hasta los dientes, ellos sabrán para qué. La utopía antimilitarista cae sistemáticamente en el error garrafal de equiparar a las democracias con los regímenes autoritarios, las dictaduras, las narco-dictaduras y los Estados terroristas, metiendo a todos los militares en el mismo saco, lo cual supone una falacia aberrante. Supongo que estas personas, cuando alguien les agrede por la calle, se cruzan de brazos y no se defienden, tan concienciados están de lo inmoral del empleo de la violencia. Lo mismo ocurre con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que, por influencia del mundo batasuno, siguen teniendo mala prensa entre nosotros cuando realmente se dedican a proteger a la ciudadanía del crimen organizado y de los demás delincuentes. Esto llega hasta tal punto que a muchos les avergonzó que la Guardia Civil otorgase el Tricornio de Honor a nuestro anterior Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, que había ocupado anteriormente el cargo de Arzobispo castrense. A mí me pareció algo magnífico y muy honroso para toda la Iglesia navarra. 

Por lo tanto, hay que subrayar que la instrucción militar que puedan recibir los jóvenes españoles y de los demás países de la UE no hace sino reforzar la seguridad de los países democráticos y afianzar su papel en el orden mundial, que debe ser preponderante para conseguir la paz. Sin embargo, creo que un nuevo servicio militar no debería tener un carácter de obligatoriedad, como el de antaño, ni se deberá restablecer una disyuntiva servicio militar/objeción de conciencia, sino que debería ser voluntario tanto para las chicas como para los chicos. Me consta que muchos jóvenes considerarían atractiva la propuesta y que el número de voluntarios sería considerable, sobre todo si mientras tanto pueden cursar los estudios y aprendizajes profesionales propios de su edad.