Abre puertas el mañana
cuando concluye el Adviento
y el Año Viejo termina
del pasado prisionero.
Por esas puertas abiertas
se cuela el cierzo en enero
en mi Ciudad y sus calles,
a las orillas del Ebro.
Las empuja cada día
con sus manos el invierno,
dedos de niebla y de lluvia,
de nieve, frío y silencio.
Por esas puertas glaciales
huye el sol, y los luceros
guardan la luna en la noche
mientras alumbran los hielos.
Se abren al mundo, a la vida,
a la utopía, a los sueños,
a la certeza consciente
de ser un año más viejos.
Por esas puertas transitan
al llegar el Año Nuevo,
optimismos, ilusiones,
esperanzas y deseos.
Que sigan de par en par
más allá del mes primero.
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