Tudela se encontraba en plena preparación para las esperadas fiestas de Santa Ana cuando se vio abruptamente interrumpida por la llegada de una gran tormenta acompañada de fuertes vientos y en algunos momentos de granizo.
Las calles y plazas de Tudela se convirtieron en verdaderos ríos mientras el agua caía incesantemente del cielo. La fuerza de la tormenta fue tal que bodegas, garajes y locales comerciales quedaron anegados, sumergiendo en la desolación a aquellos que esperaban ansiosos el inicio de las fiestas. El pánico y la incertidumbre se apoderaron de la ciudad en cuestión de minutos.
SOS Navarra se vio desbordado por la cantidad de llamadas de vecinos en busca de ayuda. Cerca de 80 personas solicitaban desesperadamente que se achicara el agua que inundaba sus bajeras y locales. La situación era desesperante, y aunque el tiempo de la tormenta fue relativamente corto, aproximadamente quince minutos, los daños causados fueron significativos.
Los vientos furiosos no solo arrancaron árboles de raíz, sino que también cortaron temporalmente varias carreteras de la zona dificultando la llegada de asistencia y apoyo. Aunque otras localidades de la Ribera también se vieron afectadas por el paso de la tormenta, ninguna experimentó la misma violencia que azotó Tudela. En algunas calles de la capital ribera, el agua superó el medio metro de altura y llegó incluso a saltar las aceras, dejando a su paso un rastro de destrucción.
La respuesta de Tudela frente a la adversidad fue un testimonio de la fuerza y la solidaridad de la ciudad. A pesar de los daños sufridos, los vecinos se unieron para ayudarse mutuamente en la limpieza y recuperación de Tudela. Los equipos de rescate y los voluntarios se movilizaron rápidamente, brindando su asistencia a aquellos que se habían visto afectados.
Esta tormenta del 23 de julio de 1997 fue solo una más de las muchas que marcaron aquel verano en Navarra, un periodo inusualmente lluvioso para la comunidad foral. Los eventos climáticos extremos como este son un recordatorio de los desafíos que enfrentamos en un mundo cambiante. El cambio climático ha llevado a un aumento en la frecuencia e intensidad de las tormentas, exigiendo a las comunidades estar preparadas para hacer frente a estas situaciones.